Los rumores sobre la muerte de la burocracia han sido muy exagerados (R. Miewald)
La adhocracia funciona bien. Generalmente. (C. Doctorow)
La adhocracia es una forma de organización flexible, adaptable e informal que se caracteriza por la ausencia de las estructuras rígidas y jerárquicas de las burocracias. Para Robert H. Waterman, Jr.1 «cualquier forma de organización que rompe con las directrices burocráticas usuales para capturar oportunidades, resolver problemas y obtener resultados». El término fue acuñado por Warren Bennis en su libro La Sociedad Temporal2 y popularizado por Alvin Toffler en su famoso Shock del Futuro3. El término se ha empleado en algunas las novelas de ciencia ficción como Voyage from Yesteryear de James P. Hogan y Down and Out in the Magic Kingdom, la primera novela del adhocrático 😉 Cory Doctorow.
A finales de la década de 1960, Bennis y Toffler anticiparon con gran entusiasmo la inminente desaparición de las rígidas burocracias que dominaban la sociedad industrial, ante su evidente incapacidad para adaptarse a la avalancha de cambios que introducen las nuevas tecnologías4.
Mi premisa es que la forma burocrática de organización es cada vez menos eficaz, que está irremediablemente desfasada con la realidad contemporánea; que están surgiendo nuevas formas, patrones y modelos que prometen cambios drásticos en la conducta de la corporación y las prácticas gerenciales en general. En los próximos 25 a 50 años deberíamos presenciar y participar en el fin de la burocracia y el surgimiento de nuevos sistemas sociales más adaptados a las demandas de industrialización del siglo XX. (Los sociólogos evolucionistas están en esencia de acuerdo en que de 25 a 50 años a partir de ahora la mayoría de la gente del mundo vivirá en sociedades industrializadas).
El argumento del cambio acelerado es el núcleo de la obra de Toffler5.
Los «task forces», grupos de proyecto o trabajo ad hoc, están proliferando ahora en el gobierno y las burocracias empresariales. El auge de la organización ad hoc es un efecto directo de la aceleración del cambio en el conjunto de la sociedad. Cuando el cambio se acelera, cada vez surgen más problemas nuevos para los que las formas tradicionales de organización resultan inadecuadas. Necesitamos crear «organizaciones que se autodestruyan… muchas unidades autónomas, débilmente ligadas que pueden ser escindidas, destruidas, vendidas, cuando la necesidad de ellas haya desaparecido. Adiós».
Avanzamos hacia una «sociedad de trabajo de técnicos igualitaria» No es la vieja y familiar burocracia weberiana a la que muchos de nuestros novelistas y críticos sociales siguen lanzando demasiado tarde sus jabalinas oxidadas. Bennis, psicólogo social y profesor de gestión industrial, predijo con rotundidad que «en los próximos veinticinco o cincuenta años» todos «participaremos del final de la burocracia». Nos instó a comenzar a mirar «más allá de la burocracia».
Cada época produce una forma de organización apropiada para su «tempo»… La era de la industrialización trajo un ritmo acelerado tanto a la vida individual como a la organizacional. ¿Cuáles serán, entonces, las características de las organizaciones de la sociedad superindustrial? La palabra clave, nos dice Bennis, será ‘la temporalidad’. Habrá sistemas temporales adaptables y que cambian rápidamente. Los problemas serán resueltos por grupos de trabajo compuestos por «extraños familiares que aportan un conjunto de habilidades profesionales diversas».
Esta es, en consecuencia, la imagen de la adhocracia que viene, la organización cinética del futuro que se mueve rápidamente, rica en información y plena de células transitorias e individuos extremadamente móviles. El nuevo espíritu en estas organizaciones transitorias está más próximo al del emprendedor que al del hombre de la organización. Se afirma de manera convencional que la era del emprendedor ha muerto y que en su lugar sólo se encuentran ahora hombres de organización o burócratas. Sin embargo, lo que está sucediendo hoy es un resurgimiento del espíritu empresarial dentro del corazón de las grandes organizaciones. Nos encontramos con el surgimiento de un nuevo tipo de hombre de organización. El hombre asociativo.
Teóricos de la organización como Henry Mintzberg han establecido con posterioridad la conexión con los retos y las terribles lacras de las grandes organizaciones, intentando precisar las características de esta nueva, necesaria y deseable organización6,7.
Innovar significa romper con los patrones establecidos. Por consiguiente, la organización innovadora no puede depender de ninguna forma de estandarización para la coordinación. En otras palabras, debe evitar todas las trampas de la estructura burocrática, notablemente las divisiones marcadas del trabajo, la diferenciación de unidades extensiva, los comportamientos altamente formalizados y el énfasis en los sistemas de planificación y control.
Una forma contemporánea importante es la estructura de proyecto, o «adhocracia». Esta configuración incluye los siguientes elementos:
- La organización opera en un entorno dinámico y complejo, que exige una innovación bastante sofisticada. Cada proyecto tiende a producir un resultado único (por ejemplo, una película, el prototipo de un nuevo producto).
- La producción de resultados complejos y únicos obliga a la organización a contratar expertos altamente capacitados y combinar sus talentos en equipos multidisciplinares.
- Estos expertos se ubican en unidades especializadas, con fines administrativos y de gestión, pero se despliegan en equipos temporales para trabajar en sus proyectos.
- Debido a la naturaleza compleja e impredecible de su trabajo, la organización depende en gran medida del ajuste continuo para la coordinación, que se incentiva por medio de parámetros estructurales semiformales como el personal de enlace o los comités permanentes. La coordinación por supervisión directa y la estandarización están desaconsejadas, al igual que los aspectos más formalizados de la estructura que los respaldan, como la jerarquía, los controles del desempeño y las reglas.
- La organización está «selectivamente» descentralizada, el poder sobre las diferentes decisiones está diluido, sujeto a la disponibilidad de información y conocimientos necesarios para abordar el problema en cuestión.
La adhocracia no muestra la menor reverencia por los principios clásicos de gestión, especialmente la unidad de mando. La adhocracia debe contratar y dar poder a expertos-profesionales cuyos conocimientos y habilidades hayan sido desarrollados con intensidad en programas de formación. En las Adhocracias los diferentes especialistas deben unir fuerzas en equipos multidisciplinares, que se forman en torno a un proyecto específico de innovación.
Huelga decir, como apuntó de manera brillante Robert Miewald en un artículo8 ese mismo año de 1970, que los rumores sobre la muerte de la burocracia han sido muy exagerados.
La inevitable revolución en las condiciones de vida dentro de la organización ha sido anunciada por expertos en la teoría de administración. Warren Bennis, en particular, parece haber captado la atención de muchos al describir este avance inminente con algunas predicciones emocionantes sobre la muerte de la burocracia y la evolución de un sistema de gestión «post burocrático». Ciertamente, no cabe duda de que la organización está cambiando, pero ¿dejará atrás este cambio de dirección el espectro de la burocracia? Muy al contrario, se puede argumentar que las fuerzas de la burocratización nunca estuvieron en mejor estado y, de hecho, que son los mismos teóricos que cantan el canto fúnebre quienes han tenido mucho que ver con el rejuvenecimiento de la burocracia.
Por desgracia, cada vez más, el canto de lo-que-sea es lo que domina el marketing de empresas y gobiernos, y acaba inundando los medios de comunicación. Un canto de sirenas hueco y vacío de contenido. Mientras hablamos de agilidad en las organizaciones, y el deseo se mezcla con la relidad, la burocracia sigue viva y coleando, y su sombra es más alargada que nunca, como el propio Max Weber anticipaba con pesar9.
Es terrible pensar que algún día el mundo podría estar lleno de nada más que esos pequeños engranajes, pequeños hombres que se aferran a sus pequeños trabajos y luchan por otros más grandes, un estado de cosas que habrá que ver de nuevo, como en los registros egipcios, jugando un papel cada vez más importante en el espíritu de nuestro actual sistema administrativo y especialmente de su descendencia, los estudiantes. Esta pasión por la burocracia es suficiente para desesperar a cualquiera. Es como si en política nos convirtiésemos deliberadamente en hombres que necesitan «orden» y nada más que orden, que se ponen nerviosos y se acobardan si por un momento este orden flaquea, y que se desesperan si se les priva de su total incorporación a él.
La burocracia continúa proliferando y asfixiando organizaciones públicas y privadas, limitando su capacidad de adaptación y produciendo como subproducto auténticos monstruos: el hombre o la mujer convertido en engranaje de la maquinaria.
Como si no hubiera pasado el tiempo, cincuenta años después del shock del futuro, seguimos viendo y hablando de lo mismo. Cambio acelerado, necesidad de nuevos paradigmas. Cincuenta años después, la palabra clave continúa siendo la misma: temporalidad. Necesitamos organizaciones de usar y tirar, con fecha de caducidad, que pueden ser escindidas, destruidas o recicladas cuando ya no se las necesite, pero sobre todo organizaciones que no se conviertan en un fin en sí mismo, en demasiado grandes para fracasar… La terrible excusa y cáncer de nuestras sociedades envejecidas:
Cualquier organización tendrá un alcance limitado en todas sus dimensiones. Cualquier organización que perdura en el tiempo se convierte en un fin en sí mismo, una burocracia esclerótica que corrompe sus objetivos fundacionales y atrae todo tipo de parásitos. Es el caso de los partidos políticos y de muchas empresas zombis. Cualquier organización debe tener un alcance máximo en términos de recursos y tiempo y estar ligada a un cometido concreto. Nuevamente, Taleb recoge esta misma idea como principio: «No se debe crear una institución o agencia pública sin una fecha de vencimiento». Lo hago extensible a cualquier otra dimensión. (Anarcoutopia)
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(1) Waterman, R.H. (1994). Adhocracy (New York: Norton).
(2) Bennis, W.G., and Slater, P.E. (1968). The temporary society (New York: Harper & Row).
(3) Toffler, A. (1970). Future shock (Bantam).
(4) Bennis, W. (1965). Beyond bureaucracy. Trans-Action 2, 31–35.
(5) Extracto y resumen de Toffler, Op. cit.
(6) Mintzberg, H. (1979). The Structuring of organizations: a synthesis of research (Englewood Cliffs: Prentice-Hall).
(7) Mintzberg, H., and McHugh, A. (1985). Strategy formation in an adhocracy. Administrative Science Quarterly 160–197.
(8) Miewald, R.D. (1970). The Greatly Exaggerated Death of Bureaucracy. California Management Review 13, 65–69.
(9) Citado por Bennis Op. cit.
Imagen: Inga Dambrauskienė „HOURGLASS”
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