La ciudad prospectiva

¿Qué es la ciudad? ¿Cómo llego a existir? ¿Qué procesos favorece, qué funciones desempeña y qué propósitos cumple? No existe una única definición que aplique a todas sus manifestaciones ni una simple descripción que cubra sus transformaciones, desde el núcleo embrionario social hasta las formas complejas de su madurez y su eventual desintegración material. Los orígenes de la ciudad son oscuros, una buena parte permanecen enterrados o desaparecidos más allá de toda posible recuperación. Sus perspectivas de futuro difíciles de valorar.

¿Desaparecerán las ciudades o el planeta completo se convertirá en una vasta colmena urbana? (lo cual solo sería otra forma de desaparecer) ¿Podrán las necesidades y deseos que impulsaron a las personas a vivir en ciudades recuperarse y elevarse hasta alcanzar nuevos niveles? ¿Es posible construir un nuevo tipo de ciudad, libre de sus contradicciones internas, que enriquezca las perspectivas futuras de desarrollo humano? (Lewis Mumford)


Esta es la reflexión que se plantea Lewis Mumford al comienzo de su mítica obra The City in History (La ciudad en la historia). No es sorprende que, dado el papel absolutamente esencial y las perspectivas que se manejan en la actualidad sobre desarrollo urbano, exista una avalancha prácticamente imposible de procesar de visiones, análisis, propuestas y perspectivas sobre la ciudad. En este sentido disciplinas como la arquitectura y el urbanismo tienen una tradición de visión y anticipación mucho más larga y fundamentada que la predicción tecnológica. No es sorprendente, por tanto, pero si frustrante observar que, durante todo el siglo XXI, un concepto tan etéreo y socorrido como el de ciudad inteligente (o smart city) haya acaparado la atención como único referente y, en gran medida, como pantalla para la incapacidad de las administraciones y los proveedores de tecnología de presentar propuestas con la ambición que se plantea Mumford.

En un artículo1 publicado hace ahora diez años en la revista Ángulo Recto, Fernando Moreno e Ivana Palibrk proponen el concepto de «ciudad prospectiva» para aquellos entornos urbanos afectados por el contrato ficcional de la ciencia ficción, con independencia de que aparezcan en una obra propiamente prospectiva.

El término ficción prospectiva fue acuñado por Julian Díez para clasificar un conjunto de obras que comparten una serie de rasgos dominantes específicos desde el siglo XIX y que, tras cierta evolución durante el siglo XX, terminaron siendo vinculadas por el público con la ciencia ficción. Toda la tradición utópica y distópica de la modernidad entraría aquí: Nosotros, 1984, Un mundo feliz

La idea de ciudad prospectiva se extiende al conjunto de los géneros de ficción prospectiva: la literatura maravillosa, la literatura fantástica y la literatura de ciencia ficción porque, como argumentan los autores, las ciudades que aparecen en la ficción no están necesariamente ligadas o condicionadas por los elementos ficcionales, sobrenaturales o no, sino que en gran medida son una proyección de nuestras ciudades reales en una realidad social distinta.

De hecho, el término ciudad puede aplicarse o extenderse a una gran variedad de entornos sociales. ¿Podemos considerar una nave generacional como ciudad? (En mi cuento Zeitgeist III utilizo esta proyección de manera muy directa). ¿Consideramos ciudad los Rascacielos de la novela de J. G. Ballard? ¿Qué concepto de ciudad experimenta el habitante de la Tierra en Mundo anillo de Larry Niven?

Desde la publicación de Frankenstein, disponemos ya de doscientos años de propuestas estéticas, todo un universo de sorprendentes y cautivadores entornos urbanos, asentamientos sociales y extrañas concepciones de la ciudad. En el artículo se exploran algunos de ellos2.

Edificios metonímicos y simbólicos: Gattaca es un ciudad prospectiva limpia, donde la obsesión por el control genético aspira a eliminar las imperfecciones de la Humanidad. Blade Runner por el contrario nos muestra una ciudad sucia, una muestra de la decadencia urbana que preconiza el género del cyberpunk. Pero, sin duda, el edificio simbólico más conocido de la literatura prospectiva es el cobertizo donde vive el niño del cuento Los que se alejan de Omelas, de Ursula K. Le Guin.

Ciudades cubiertas: La ciudad como expresión rousseauniana de defensa contra la agresión de la naturaleza. Ciudades protegidas no ya por murallas, sino completamente cubiertas por cúpulas o por piedra o cemento. Ciudades submarinas como las del planeta Naboo, en Star Wars: The Phantom Menace. Ciudades cubiertas por cúpulas como la de Naufragio en el tiempo real de Vernon Vinge, donde la cúpula protege incluso del paso del tiempo. La cúpula que protege del ambiente hostil del vacío no es tanto una ficción como el único medio mediante el que podría comenzarse una colonización del cosmos. En El mundo interior de Robert Silverberg no existen ciudades en la superficie y la claustrofobia de las ciudades subterráneas se relaciona con las extrañas costumbres sociales de los ciudadanos. En el cómic abundan los ejemplos de ciudades desarrolladas en las cloacas, como las de los morlocks en los cómics Marvel.

Ciudades simuladas: El mejor ejemplo de la ciudad como representación, de algún modo ideal, de las ciudades convencionales, es posiblemente The Truman Show de Peter Weir. También la ciudad simulada en The Matrix de las hermanas Wachowski.

Ciudades siniestras: El ejemplo más característico es la Gotham City de las películas y los cómics de Batman, empleada como antítesis de la limpia y luminosa Metrópolis de Superman.

Ciudades abandonadas: Quizás el tipo de ciudad prospectiva más característica, junto con la de la space opera. Ciudades extraterrestres abandonadas que son estudiadas por equipos de xenoarqueólogos o aventureros, como las fascinantes ciudades de las novelas Las máquinas de Dios, de Jack McDevitt, o Pórtico, de Frederik Pohl. Aunque lo más frecuente son las ciudades conocidas que han sufrido algún tipo de cataclismo, como en La tierra Permanece de George Stewart. También El mundo sumergido de J. G. Ballard. El cine se ha regodeado especialmente con esta idea, como en The Omega Man, de Boris Sagal, I Am Legend de Francis Lawrence (basada en la novela de Richard Matheson)

La ciudad invadida: Se trata en general de ciudades que han sufrido algún tipo de apocalipsis y han caído en la anarquía. Un ejemplo más claro es la ficción con zombis ya mencionada, un género cuyas pautas modernas fueron establecidas por George Romero en Night of the Living Dead. En este terreno, junto al cine destaca el cómic, como The Walking Dead de Robert Kirkland. El zombi simboliza a menudo la manera en que el individuo se siente alienado ante una sociedad que considera ignorante y agresiva. En Dhalgren de Samuel R. Delany, una ciudad de Estados Unidos cae en un estado de absoluta anarquía donde cada persona puede hacer lo que le venga en gana, sin ningún tipo de restricciones. En Ora:Cle, de Kevin O’Donell, una raza extraterrestre ha invadido la Tierra y asesina a cualquier persona que circule por las calles, aunque respeta a quien permanece en su casa. Un tema que toca en clave cómica Ramón Merino Collado en La penultima danza del Griwll3.

La Space opera es el subgénero más popular de la ciencia ficción. Ha configurado un típico concepto de ciudad multicultural, con frecuente presencia de extraterrestres y con rasgos urbanos muy variados. La saga de Star Wars marca la tendencia, con el espacio puerto del episodio cuatro o el Coruscant de la primera trilogía. Un motivo recurrente en la space opera, expresión de la hiperbolización urbana (la colmena de Mumford), son las ciudades-planeta, en los que la naturaleza virgen ha desaparecido y la superficie ha sido cubierta por construcciones «artificiales». Junto a Coruscant de Star Wars, la ciudad-planeta más conocida es Trántor de la saga Foundación de Isaac Asimov, una proyección de la antigua Roma. La ciudad de space opera más hiperbolizada y que mejor refleja las posibilidades del motivo es la ciudad parodiada en la serie Futurama de Matt Groening.

Para quien tenga alguna duda sobre la política del diseño4 o el diseño político de los entornos urbanos, una lectura recomendable es la orden ejecutiva 13 967, una de las últimas decisiones de Donald Trump antes de abandonar la Casa Blanca con el objetivo de promover la “belleza” en la arquitectura federal estadounidense. En un texto que carga contra la arquitectura moderna y quienes la proyectan.


Las sociedades han reconocido desde hace mucho tiempo la importancia de la belleza en la arquitectura pública. Los edificios públicos de la antigua Grecia y Roma fueron diseñados para ser robustos y útiles, pero también para embellecer los espacios públicos e inspirar el orgullo cívico. A lo largo de la Edad Media y el Renacimiento, la arquitectura pública continuó sirviendo a estos propósitos.

Los notables padres fundadores estuvieron de acuerdo con estas afirmaciones y dieron gran importancia a la arquitectura cívica federal. Querían que los edificios públicos de los Estados Unidos inspiraran al pueblo estadounidense y fomentaran la virtud cívica.

Washington y Jefferson supervisaron personalmente las políticas de diseñe del Capitolio y la Casa Blanca. Durante aproximadamente el siglo y medio que sigue a la fundación de los Estados Unidos, la arquitectura federal de Estados Unidos continuó caracterizándose por edificios bellos y apreciados de diseño, en gran parte aunque no exclusivamente, clásico.

En la década de 1950, el gobierno federal reemplazó en buena medida los diseños tradicionales por nuevas construcciones con diseños modernistas. Los Principios Rectores desalentaban implícitamente los diseños clásicos y otros diseños tradicionales caracterizados por su belleza, declarando en cambio que el Gobierno debería utilizar diseños «contemporáneos».

Los nuevos edificios iban desde lo irreconocible hasta diseños, que incluso la Administración General de Servicios admite ahora que el público encuentra poco atractivos. Es el momento de actualizar las políticas que guían la arquitectura federal para abordar estos problemas y garantizar que los arquitectos que diseñan edificios federales sirvan a sus clientes, el pueblo estadounidense.

Promoting Beautiful Federal Civic Architecture, Extracto y (mi) traducción de la sección 1.


La orden aborrece en particular el estilo de arquitectura generalmente conocido como «deconstructivismo» que surgió a fines de la década de 1980 y que «subvierte los valores tradicionales de la arquitectura a través de características como la fragmentación, el desorden, la discontinuidad, la distorsión, la geometría sesgada y la aparición de inestabilidad».

😉

____________________

(1) MORENO, F.Á. y P. (2011). La ciudad prospectiva.

(2) Lo que sigue a continuación es un extracto del artículo citado.

(3) Os reto a conseguir el libro de Ramón Merino, porque como (casi) toda la ciencia ficción que se publica en España es… difícil de encontrar.

(4) Sobre este tema (la política de la tecnología o los «artefactos») volveremos.

Imagen: The Truman Show (El Show de Truman)

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