El ejecutor de una empresa atroz debe imaginar que ya la ha cumplido, debe imponerse un porvenir irrevocable como el pasado, afirma Jorge Luis Borges en «El jardín de senderos que se bifurcan».
El cuento está escrito en 1941 y no parece descabellado suponer que Borges estuviera influido por los desarrollos de la física del momento y de la mecánica cuántica en particular, y que de alguna manera el espíritu de aquel momento quedase capturado en la obra por su exquisita intuición. Algunos han visto el relato como un adelanto de la interpretación de los universos paralelos de la mecánica cuántica (retrospectivamente, parece evidente) y piensan que pudo haber sido inspirado por otro explorador de la filosofía en clave de ciencia ficción como es Olaf Stapledon.
Cuando me planteé escribir «Memorias de un dragón», imaginé al protagonista como ese ejecutor de una empresa atroz, pero necesitaba ubicarlo dentro de una realidad posible, habilitada por medio de un novum que no me obligase a saltar al terreno de la fantasía, sino que me permitiese permanecer dentro de los límites de la especulación científica.
Me interesaban dos ideas que exploro de manera muy preliminar en la construcción del mundo que ambienta las memorias de un dragón. La primera es la de un sistema como blockchain que orqueste la actividad de múltiples agentes por medio de contratos que hagan innecesario un control centralizado, un sistema que permita al ejecutor de la tarea centrarse en su diseño. La segunda idea es la de un sistema que, a diferencia de blockchain, sea impenetrable. Es decir, que una vez ejecutada la tarea, nadie ni nada pueda descifrar como se ejecutó. Un sistema de cifrado homomórfico permite realizar cálculos arbitrarios sobre datos cifrados sin necesidad de descifrarlos en el proceso. Blockchain es una realidad y, en teoría, un sistema homomórfico completo es posible. Ambas ideas están en el límite de lo que es computacionalmente eficiente, pero no son fantasía. Pero era posible ir incluso un paso más allá y concebir un sistema cuya ejecución no está predeterminada, un sistema que no se rija por las leyes de la lógica clásica.
En la historia unos emprendedores rusos bien relacionados que operan en el terreno de la criptografía cuántica, han conseguido dar ese paso y desarrollar el sistema que hará posible que el protagonista pueda llevar adelante una misión en apariencia imposible.
No sé si fue el vodka, pero, de repente, lo veía todo con una claridad como nunca hasta ese momento. Yo era el responsable de hacer que todo ocurriese. Para ello no necesitaba conocer lo que pensaban las personas que tenían que actuar. La labor de un líder no es penetrar en el inaccesible reducto de la mente humana, es conseguir un resultado, computar con su equipo de la misma manera que esos algoritmos cuánticos de cifrado homomórfico y prueba de conocimiento cero que Kolia me había descrito. Las partículas elementales pueden hacer una cosa y su contraria y, de hecho, lo hacen siempre y cuando nadie esté observándolas y, al hacerlo, desbarate ese estado de ensimismamiento cuántico que los científicos llaman, curiosamente, coherencia. La mente humana es igual de impenetrable que esas retraídas partículas. Mi mente también era inaccesible y, mientras lo fuera, yo podía pensar una cosa y la contraria. Me vino a la memoria aquella famosa cita…
Mantener dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo es la prueba de una inteligencia de primer orden.
Esa era la clave. Mientras nadie pudiera observar, yo tendría plena capacidad de maniobra. Podría ejecutar el plan A o podría ejecutar el plan B o incluso un plan C o D, o todos ellos de manera simultánea.
La idea de que la lógica clásica y la teoría de probabilidades de Kolmogorov modelan el pensamiento racional está firmemente anclada en nuestra sociedad, pero desde principios del siglo XX conciliar la mecánica cuántica con nuestra intuición ha sido un reto insuperable. En 1968, Hilary Putnam se preguntaba si deberíamos buscar una base empírica para la lógica (Is logic Empirical?) y si cerrar el gap de comprensión que introduce la física cuántica nos obligaría a abandonar la lógica clásica en favor de una lógica cuántica, de la misma manera que la teoría de la relatividad general nos obligó a abandonar la idea sencilla de la geometría de Euclides.
La posibilidad y la necesidad de una lógica cuántica había sido objeto de debate, al menos desde la publicación en 1936 del artículo de Garrett Birkhoff y John von Neumann «The Logic of Quantum Mechanics» (El objetivo del presente trabajo es descubrir qué estructura lógica se puede esperar encontrar en las teorías físicas que, como la mecánica cuántica, no se ajustan a la lógica clásica.)
La conjetura de Putnam de que una lógica basada en la logica cuántica resolvería las paradojas de la mecánica cuántica ha sido ampliamente debatida y en gran medida desestimada, pero la evidencia acumulada de que la realidad física no sigue las reglas intuitivas de nuestro pensamiento racional, y el indudable atractivo de explorar vías alternativas para la lógica son más ciertos que nunca:
La cognición cuántica es un nuevo programa de investigación que utiliza principios matemáticos de la teoría cuántica como marco para explicar el conocimiento humano, incluido el juicio y la toma de decisiones, conceptos, razonamientos, memoria y percepción. Esta investigación no entra en si el cerebro es una computadora cuántica. Utiliza la teoría cuántica como nuevo marco conceptual, un conjunto coherente de herramientas formales para explicar algunos hallazgos empíricos desconcertantes en psicología.
Busemeyer, Jerome R., and Zheng Wang. ‘What Is Quantum Cognition, and How Is It Applied to Psychology?’ Current Directions in Psychological Science 24, no. 3 (2015): 163–169. Mi traducción
Escribir ciencia ficción es una empresa, si no atroz sí al menos dura, que me impongo con determinación borgiana con el propósito de explorar ideas como esta y hacerlas atractivas para un lector que busca nuevas perspectivas para viejos problemas que continúan sin resolver o los nuevos retos que nos plantea la sociedad actual. Sería una presunción por mi parte pretender que lo he conseguido, pero me reafirma en mi osadía el hecho de que algunos lectores no solo hayan sido capaces de procesar el código de mi breve novela por completo, sino que incluso hayan disfrutado haciéndolo.
En algún caso la respuesta ha sido particularmente emotiva. Es el caso de esta breve muestra extraida del comentario de un amable lector que prefiere que su identidad permanezca encriptada:
Me ha gustado mucho que, al final, tu historia hable de la memoria. La persistencia es lo que hace que cada uno continuemos siendo quienes somos y, ahora que la narración de la realidad se hace cada vez más líquida, que utilices en tu cuento un recurso, el dragón, con el que el protagonista, o su memoria, se respalda, me ha parecido fantástico. Ese dragón es la botella que lanza al océano, para persistir en quien la encuentre. Porque todos queremos persistir y buscamos maneras de hacerlo.
(Ignoro si resulta evidente en el diseño de portada de Daniela la huella de un diagrama de Feynman…)
Muy interesante. Siempre he pensado que los comentarios sobre las novelas (ya sean de ciencia ficción o no) suelen ser más informativos que las historias en sí. Los autores piensan, o les gustaría creer, que los lectores conocen todas las claves y entienden las sutilezas….
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Sospecho que tienes razón. Los teóricos de la literatura insisten en el mostrar vs. contar, pero en realidad el mostrar lo que hace es abrir posibilidades para el lector. Bien por la imaginación, pero eso significa que la literatura no es el mejor medio para el debate afilado de ideas. Cuando vas de caza en una novela, como en un bosque, hay que tener en cuenta que las palabras a veces no dejan ver las ideas.
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