En mi trabajo veo a menudo fantásticas obras de ficción escritas en Excel
Antonio Schuh
Los grandes emprendedores de la actualidad recurren a menudo a la ciencia ficción para comunicarnos sus ideas. Jeff Bezos o Elon Musk lo han hecho al presentar sus grandes proyectos empresariales para la colonización del espacio (Blue Origin, SpaceX) o la manera en que piensan que, en un futuro no muy lejano, nuestro cerebro estará permanentemente conectado a la red (Neuralink). Recurrir a la ciencia ficción no es algo nuevo. ¿Se trata de un astuto truco de marketing para conectar con una gran audiencia o hay algo más? ¿En qué medida la ficción que consumimos contribuye a formar nuestras ambiciones como personas y como sociedad?
Werner Von Braun, el principal responsable del proyecto Saturno V que culminó con éxito el primer viaje tripulado a la Luna, se enamoró de las posibilidades de la exploración espacial a través de las novelas de Julio Verne y H. G. Wells. Durante la Segunda Guerra Mundial, colaboró con el ejército alemán en el desarrollo de las V2 y, posteriormente, obtuvo la nacionalidad americana y se unió a la NASA. En 1953 publicó las especificaciones para un viaje tripulado a Marte —Das Marsprojekt— que había comenzado siendo una novela de ciencia ficción —Project Mars, A Technical Tale— publicada de manera póstuma en 2006. Durante su vida colaboró con Walt Disney para divulgar sus ideas futuristas.
En 1954, George Devol registró la patente para un «dispositivo de transferencia programada de artículos». Ya solo tenía que comercializarlo. Pero si ahora todos tenemos una idea muy clara de lo que es un robot industrial, ¿cómo le explicabas a un hombre de negocios de la época lo que era un brazo robótico? Su mujer sugirió bautizar al invento con el nombre de Unimate, pero no fue hasta una fiesta en 1956, cuando Joseph Engelberger, un emprendedor, al conocer la idea de Devol exclamó: «A mí me parece un robot». Devol y Engelberger compartían una profunda fascinación por las historias de Isaac Asimov, y juntos se pusieron en marcha hasta conseguir hacer que el brazo mecánico fuese una realidad en una fábrica de General Motors en 1961. La palabra robot se había acuñado en 1921, en la obra de teatro de Karel Capek R.U.R. (1923) y Asimov popularizó el término robótica en 1941 con su relato Liar!
El hecho de que las historias sobre el futuro de la ciencia ficción han modelado el pensamiento y las expectativas de algunas generaciones ha quedado cómicamente caricaturizado con expresiones como «¿Dónde están los coches voladores que nos habían prometido?» utilizada, por ejemplo, por David Graeber en un artículo para The Baffler en el que critica la fanfarria sobre la innovación durante los veinte últimos años. La pregunta incide sobre un debate de calado: hasta qué punto es cierto que el progreso continúa a la velocidad y tiene el impacto real que a menudo damos por hecho y que gobiernos y empresas suelen enfatizar.
En un ensayo sobre ciencia ficción e innovación publicado por la fundación NESTA en 2013, los autores observan con agudeza el paralelismo entre la literatura de ciencia ficción y el marketing de las empresas de alta tecnología.
Para comprender cómo influye la ciencia ficción es preciso reconocer que la CF es diferente de las «discusiones sobre ciencia» en general. Esto se debe, no solo a que la CF (y la ficción en general) sea «inexacta», «inventada» u «orientada hacia un futuro inalcanzable»; También lo es la mayor parte del mercadeo de las empresas de alta tecnología .
BASSETT, Caroline, Ed STEINMUELLER, y George VOSS (2013). «Better made up: The mutual influence of science fiction and innovation». Nesta Work. Pap 13(07).
Y si la ficción que consumimos, la literatura, el cine o los videojuegos, actúan en alguna medida como ese sueño inducido que en la película Inception (Origen) de Christopher Nolan se utiliza para instalar una idea nueva en nuestra mente, ¿no deberíamos preocuparnos por quiénes y qué ideas están instalando dentro de nosotros? ¿Quiénes poseen nuestra mente? ¿Los escritores? ¿Las empresas?
¿Y qué papel juega el lenguaje en todo esto? Porque aunque hoy en día en realidad nadie cree en un determinismo férreo como el que propone esa teoría cuyo nombre parece sacado de una novela de Philip K. Dick, la hipótesis Sapir Worf, es evidente que el lenguaje y la cultura se alían para configurar nuestra apetencia por el cambio y la innovación. ¿Hay algo en el español que nos inhabilite para la ciencia ficción? Y en ese caso, ¿qué hace falta para insuflar vida en la ciencia ficción en español y a la innovación en España?
El pasado 31 de octubre de 2019, con motivo de la celebración de la jornada Tecnofuturos, tuve la oportunidad de coordinar un debate sobre estos temas con tres participantes de lujo: la escritora Rosa Montero, el académico Fernando Á. Moreno y el directivo Antonio Schuh. Con el título de «Qué puede hacer la ciencia ficción con el futuro», la intención era ofrecer algunas claves sobre la ciencia ficción y la innovación en España, un país que, como bien apunta Sara Martín, tiene un serio problema para imaginar el futuro. La hipótesis de partida, planteada como provocación para los ponentes y para el público que asistió al evento era la siguiente:
La ciencia ficción en España no tiene la aceptación que en el mercado anglosajón. La innovación en España… ¿Qué os voy a contar? Buscamos una posible conexión, una pista.
Rosa, Fernando y Antonio compartieron un buen puñado de interesantes reflexiones y algunas referencias a obras de ciencia ficción que utilicé como materia prima para el ensayo recientemente publicado en el último número de la Revista Hélice «¿Qué puede hacer la ciencia ficción con el futuro?: Reflexiones sobre la ciencia ficción, la innovación y el futuro en España». He intentado referirme a ellas con la menor distorsión posible. No obstante, si bien la selección de temas y buena parte de las referencias citadas está basada en sus intervenciones, el orden de exposición, el mensaje y la organización del artículo, así como cualquier omisión o error, son de mi completa responsabilidad. El lector interesado puede consultar el audio completo de las intervenciones.

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Imagen: Ficción en Excel, basado en André Masson, «Don Quixote and the Chariot of Death» (1935)