Hace un par de meses me encontré en Quora con una pequeña perla sobre literatura en una respuesta a la pregunta ¿Cuál es el género literario más difícil de escribir?
La respuesta es de George Guthridge, que se presenta en Quora como profesor de inglés desde 1972. Hasta ese momento, yo no había oído hablar de él, pero me llamó la atención su respuesta porque era directa y se apartaba de los convencionalismos habituales. Justo en ese momento yo estaba escribiendo sobre ese tema y necesitaba complicidades. Cada vez con más frecuencia necesito apartarme de la corriente principal para encontrar ideas interesantes. Y no me refiero a los medios generalistas, que hace ya mucho tiempo que abandoné por imposible, sino a medios especializados de prestigio que, por buenas razones, suelen acabar dando voz siempre a los mismos (Efecto Mateo) ¿Cuál es la respuesta del profesor Guthridge? Esta es (en traducción liberal alienímagina):
He publicado ficción literaria, ciencia ficción, fantasía, terror y un western. No puedo hablar sobre los romances o los thrillers. ¿Lo más difícil? El terror. El bueno. Sin ningún género de duda.
¿Por qué? Porque los escritores de terror deben hacer lo mismo que los escritores de los otros géneros: tener una gran idea, una excelente caracterización de personajes, profundidad intelectual, estilo excelente, una buena trama, etc. . . pero además deben mantener al lector esclavo en cada página.
¿Lo más fácil? La ficción literaria. La mayor parte es «humo y espejos». No me malinterpreten: la mejor ficción literaria es excelente. Pero la mayor parte de lo que se publica en las «revistas literarias» es horrible. Solo fuegos artificiales estilísticos. Cualquier escritor que merezca la pena puede hacerlo. Pura mecanografía creativa, por robar el comentario de Truman Capote. Pero los escritores que publican en medios poco conocidos que se llaman «literarios» a menudo asumen que deben ser buenos solo porque esos lugares se autodenominan «literarios».
En realidad, George responde a la pregunta como autor, no como profesor. Dudo mucho que un pro de la crítica literaria diera ese tipo de respuesta, porque la «ficción literaria» es una de esas actividades que lleva mucho tiempo refugiada en una torre de marfil. Pero no habría traído aquí esta reflexión si no fuera porque, recientemente, he tenido la oportunidad de reflexionar, debatir y escribir sobre este tema. Hasta ahora no he escrito terror, pero en mi larga relación con la ciencia ficción siempre he tenido esa misma sensación que describe nuestro profesor. Para que funcione una historia de ciencia ficción no puedes renunciar a lo que hace atractiva la literatura, pero además es necesario que la historia sea «ciencia ficción». La ciencia ficción actúa como una condición de contorno, una restricción que sube la apuesta creativa. En las próximas semanas se publicará un artículo que desarrolla esta idea, a propósito del debate sobre futuro y ciencia ficción que promovimos el año pasado en Tecnofuturos.
Durante mucho tiempo me negué a considerar la idea de que la ciencia ficción podía ser más difícil de escribir que la verdadera literatura. En mi juventud yo estuve muy influido por los habitantes de la torre de marfil y lleva tiempo liberarse de esas primeras influencias (las buenas y las malas). Hoy no tengo muchas dudas. Escribir algo bueno, en esos mismos términos que describe Guthridge: idea, personajes, profundidad intelectual, estilo, trama, es muy difícil, sea cual sea el género. Pero es más sencillo escribir una historia de ficción sin ningún tipo de restricción, que conseguir armar una historia mínimamente coherente de ciencia ficción. Le concedo el beneficio de la duda al terror.
Yo tampoco quiero que se me malinterprete. No soy defensor de ningún género en particular, ni del concepto de género en literatura. Es únicamente una concesión al marketing, la necesidad de segmentar al público lector, y como casi cualquier clasificación introduce una rigidez que suele acabar siendo una molestia. Pero por desgracia, como apunta Guthridge, hay demasiados foros y medios intentando hacer y promoviendo esa otra clase de corrección de la ficción literaria que, en muchos casos, efectivamente, se queda atrapada en estética banal.
Aunque no he leído «La broma infinita», sí que he leído las «Entrevistas con hombres repulsivos» de David Wallace Foster y simpatizo con su aproximación, pero creo que esta otra perla (encontrada en Twitter) ilustra lo que quiero decir: Claire Friedman bromea con que no ha necesitado leer «Infinite Jest» (La broma infinita) para escribir sobre ella…
NOTA: La auténtica perla es el artículo de Claire sobre cómo leer la broma infinita de Foster Wallace. Si en algún momento tengo tiempo, veré si es posible traducirlo…
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Imagen: Rabin Mondal, Sin título (pónselo tú)
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