Hace mucho tiempo, cien o ciento cincuenta años, yo solía escribir conversaciones estúpidas. Eran una forma sencilla de caricaturizar muchas de las cosas estúpidas de las que, a medida que vas creciendo, te das cuenta que estás rodeado: burócratas sádicos, novias imposibles, profesores incompetentes que se adoran, exámenes para destruir la autoestima del estudiante. Ese tipo de cosas. Me lo pasaba muy bien y era una forma de liberar adrenalina. Mucho mejor que hacer «jogging». Puede que algún día las rescate y las publique.
Hoy quiero rendir homenaje a un auténtico maestro de la «conversación estúpida». No se trata de Faemino o Cansado, ni de Gila. No, se trata de Matt Levine, un analista de inversiones que escribe para Bloomberg y se curra unos sesudos análisis sobre empresas de tecnología. Este verano cuando se destapó el despropósito de la compañía WeWork (a.k.a We), a raíz de su intento de salir a bolsa, supongo que le ocurrió lo mismo que a mí. Debió decir, esto no hay quién se lo trague y la única manera que se me ocurre de digerirlo va a ser a base de conversaciones estúpidas.
En dos frases. La compañía de Adam Neumann, We, se dedica al alquiler de oficinas, pierde dinero a espuertas y, antes del anuncio de la IPO, tenía una valoración en torno a los 50 mil millones de dólares. A esa valoración «poco realista» había contribuido Masayoshi Son, emprendedor de éxito e inversor que hace unos años decidió crear el mayor fondo de inversión conocido para invertir masivamente en compañías de tecnología que respondieran a su Visión (así bautizó a su fondo) del futuro.
Y aquí es donde se enmarca la última conversación estúpida con que nos deleitaba Matt Levine ayer a los seguidores de su newsletter, supongo que indignado (como yo, pero sobre todo los que tienen algún interés real en la compañía, por ejemplo, los empleados de We que van a ir a la calle) al enterarse de las últimas noticias, e imaginando (poéticamente) cómo pudo ser el primer encuentro en Neumann y Son.
Son: ¿A qué se dedica tu empresa?
Neumann: Alquilamos edificios de oficinas, los acondicionamos y los subarrendamos por partes.
Son: Umm, Yo invierto en tecnológicas visionarias, no me suena que esto sea realmente lo mío.
Neumann: ¿Mencioné ya que somos un estado de conciencia? Una generación de emprendedores inteligentes emocionalmente interconectados.
Son: Vaya, eso ya suena mucho mejor.
Neumann: la primera red social física del mundo. Abarcamos todos los aspectos de la vida de las personas, tanto en el mundo físico como en el digital.
Son: ¡Estás loco! ¡Me encanta! ¿Pero podrías ser, digamos, diez veces más loco?
Neumann: Verás. Vas a invertir 10 mil millones de dólares en mi compañía, que usaré para prender fuego a todo el edificio y, luego, cuando ambos estemos entre las cenizas, me pagarás otros mil millones más para que me vaya riéndome de ti.
Son: Toda mi vida he soñado con conocer a alguien tan loco como tú, pero nunca creí que llegaría este día.
Neumann: Usaré tu dinero para comprar una mansión con una habitación que tenga forma de guitarra, donde tocaré el violín más pequeño del mundo después haber perdido todo tu dinero.
Son: Eso es. GOLPÉAME EN LA CARA.
Neumann: Además cambiaré el nombre de la compañía a «Nosotros» y te cobraré 6 millones de dólares por el nombre.
Son: ATROPÉLLAME CON UN CAMIÓN.
(Espero que Matt Levine sepa disculparme y/o me dé su beneplácito para publicar esta improvisada traducción. Hay cosas que deben hacerse en tiempo Twitter)
Sí señor. Lo que destila es… amor verdadero. Y es lógico. ¿Quién no amaría a un tipo que se llama Adam Neumann (Adán Hombrenuevo), fundador de una compañía con un modelo de negocio más viejo que la tos (alquiler de oficinas), que pierde miles de millones por trimestre y que, con ello, se convierte en mil-millonario?
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Imagen: Adam Neu… digo, Miguel Gila