¿Tiene sentido preguntarnos si vivimos en una simulación?
Este fin de semana se cumplen veinte años del estreno de (The) Matrix(*), la película de las hermanas Wachowski (que en aquel pasado remoto eran los hermanos Wachowski). Es seguramente la película que, de una manera más exitosa, ha explorado la posibilidad de que la realidad que percibimos sea una simulación de ordenador.
La hipótesis de la simulación propone que toda la realidad que percibimos a través de nuestros sentidos, incluida la tierra y el universo, sería producto de una simulación artificial, un sofisticado programa ejecutándose en un avanzado computador, quizás un ordenador cuántico u alguna otra tecnología que permitiría crear un mundo lo suficientemente «creible» como para convencer a sus «habitantes» de que la simulación es real. Aquí Philip Dick lo explica muy serio:
Vivimos en una realidad programada en un ordenador, y la única pista que tenemos de ello es cuando se modifica alguna variable y se produce una alteración de nuestra realidad. Tendremos la abrumadora sensación de estar reviviendo el presente, deja vu, posiblemente de la misma manera, escuchando las mismas palabras, diciendo las mismas palabras… Afirmo que estas impresiones son válidas y significativas, y diré más: esa impresión es una pista de que en algún momento del tiempo pasado, una variable cambió, se reprogramó (por así decirlo) y, debido a ello, se produjo una bifurcación a un mundo alternativo. (Philip K. Dick, 1977, mi traducción)
Matrix elabora sobre la idea del cerebro en una vasija, que es como se denomina al experimento conceptual que, en su versión actual se remonta, como poco, a principios del siglo XX. Me encanta la versión con sabor muy británico del cuento de Roald Dahl «William y Mary» publicado en 1960.

Pero la idea de una realidad inasequible ha estado revoloteando por nuestra cabeza desde tiempos inmemoriales. Hay una larga historia y tradición filosófica en torno a la relación existente entre la mente y el cuerpo y la idea de que la realidad pueda ser una mera ilusión. Platón imaginó una caverna, Descartes un demonio que le hace pensar que «el cielo, el aire, la tierra, los colores, las formas, los sonidos y todas las cosas externas son simplemente los delirios de los sueños que él ha ideado para atrapar mi juicio». Y el monólogo más famoso del teatro español es seguramente el de Segismundo en la «La vida es sueño» de Calderón de la Barca.
Lógicamente, la ciencia ficción y el género de terror han acogido estas ideas con especial cariño entre sus temas favoritos.
Más recientemente, filósofos como David Chalmers y Nick Bostrom se han esforzado en popularizarla y la idea de la simulación ha ido ganando adeptos y popularidad, hasta el punto de que hay quien ha llegado a proponer buscar la forma de «salir» de la simulación.
La iconografía moderna centrada en el uso del ordenador digital, posiblemente se origina con el libro de Konrad Zuse Rechnender Raum (publicado en inglés en 1969 por MIT como Calculating Space). Desde entonces, muchos otros científicos destacados han elaborado sobre las condiciones necesarias para una simulación, contribuyendo al desarrollo de la física digital. Entre ellos Stephen Wolfram, creador de Alpha y autor de «A new Kind of Science», el premio Nobel Gerard ‘t Hooft, Gregory Chaitin o Seth Lloyd. Imposible hacer justicia a todos ellos aquí.
Pero conviene no perder de vista que nuestras imágenes están siempre muy influidas por la tecnología y las costumbres del momento. Ahora todo parece un ordenador, pero durante la revolución industrial todo parecía una máquina de vapor, como apunta Jaron Lanier con su habitual agudeza en su libro «Tu no eres un gadget». Esto quiere decir que la forma en que vestimos y adornamos nuestras ideas varía mucho más que las propias ideas (que, en realidad, no varían tanto ni tan rápido).
Como muestra, dejaré aquí un par de botones literarios para motivar la respuesta que quiero dar a la pregunta con la que iniciaba este post. Estas dos muestras de Lewis Carroll y Jorge Luis Borges hablan precisamente de la exactitud que debe tener una representación para que parezca real. La metáfora que utilizan ambos es el mapa.
levantaron un mapa del imperio, que tenía el tamaño del imperio y coincidía puntualmente con él.
«En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del imperio, toda una provincia. Con el tiempo, estos mapas desmesurados no satisficieron y los colegios de cartógrafos levantaron un mapa del imperio, que tenía el tamaño del imperio y coincidía puntualmente con él.
Menos adictas al estudio de la cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del Sol y los inviernos. En los desiertos del oeste perduran despedazadas ruinas del mapa, habitadas por animales y por mendigos; en todo el país no hay otra reliquia de las disciplinas geográficas.
Suárez Miranda, Viajes de varones prudentes, Libro Cuarto, Cap. XLV, Lérida, 1658.»
Jorge Luis Borges, Del Rigor en la Ciencia
ahora usamos el propio país como mapa
«¡Qué cosa tan útil es un mapa de bolsillo!», comenté.
«Esa es otra cosa que hemos aprendido de tu nación», dijo Mein Herr, «cómo hacer mapas. Pero lo hemos llevado mucho más lejos que vosotros. ¿Cuál consideras que es el mapa más grande que sería realmente útil?»
«Alrededor de seis pulgadas a la milla».
«¡Sólo seis pulgadas!», exclamó Mein Herr. «Enseguida alcanzamos las seis yardas por milla. Después intentamos las cien yardas por milla. ¡Y luego se nos ocurrió la idea más grandiosa de todas! De hecho, hicimos un mapa del país, ¡a escala natural de una milla por una milla!»
«¿Lo habéis usado mucho?» pregunté yo.
«Todavía no se ha desplegado», dijo Mein Herr: «los granjeros se opusieron: dijeron que cubriría todo el país y ¡ocultaría la luz del sol! Así que ahora usamos el propio país como mapa, y te aseguro que funciona casi igual de bien».
Lewis Carroll, Silvia y Bruno, Vol II Capítulo XI (fragmento, mi traducción)
Da la impresión de que no siempre es fácil distinguir el mapa del territorio…
En definitiva, la pregunta que yo me hago es ¿qué diferencia puede haber entre vivir en una simulación y no hacerlo? ¿Qué consideraríamos un universo y una vida reales, no simulados? ¿Hay algo que diferencie de manera esencial una realidad simulada y una… real?
Yo lo dudo y, de hecho, me parece que cargamos, sin pensar, el término REAL con nuestro antropocentrismo galopante. Esta simulación es real #porqueyolahabito.
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(*) En Estados Unidos se estrenó el 31 Marzo 1999. En España, el 23 Junio.
Imagen: El agente Smith de Matrix